Hoy una vecina del grupo de amigos nos ha empezado a contar por Whatsapp que su hijo mayor le ha venido con que quiénes eran los Reyes Magos y tal, y que se lo ha tenido que contar.
Es igual de desmemoriada que yo, y por eso ha querido hacernos un avance, porque luego dice que se le olvida. Y añade: “Voy a tener que escribir un blog…” Es bastante seguidora de este.
Y de nuevo saca a flote la verdaderísima razón por la que hago yo esto. Estoy plasmando la vida de mis hijos para que tengan un registro de todo. De lo que hacían, de cómo era yo, de lo que pensábamos, de… ¡de todo! Gracias a este blog, ya sé cuándo aprendieron a andar, cómo hablaban de pequeños, qué salidas tenían… ¡todo! Y este es el tesoro que les voy a dejar.
A mí me sirve mucho por, insisto, precisamente mi falta de memoria. Ahora me preguntas y soy incapaz de recordar cuándo hicieron mis hijos cosas por primera vez. Y por segunda. Y por tercera… Pero lo tengo aquí recopilado. Y, cuando un día deje de escribir, me podré entretener leyéndolo todo. Y tengo lectura para bastante tiempo. Podré volver a recordar, a rememorar, a saborear… Me estoy asegurando unas memorias a las que recurrir para mi propio solaz.
Y, ya puestos, diría que esto también puede ser mi salvaguarda para mi vejez. En mi familia tenemos muchos cuadros de Alzheimer y de demencia senil. Somos de perder la cabeza. No sería extraño que me ocurriera a mí. Y quién sabe si, cuando me lea a mí misma, cuando me vea en fotos, podré recordar un poquito más quién soy y a los míos, podré trasladarme a una época que disfruté como ninguna…