El pasado sábado 10 de marzo el mundo de la moda perdía a uno de sus baluartes. Hubert James Marcel Taffin de Givenchy, o simplemente Givenchy, fallecía a los 91 años dejando detrás de él un legado impresionante que en parte ayudó a definir el pasado siglo.
El joven Hubert llevaba el arte y la moda en las venas, pues provenía de una familia en la que se contaban perfumistas, modistos o escenógrafos teatrales. Y al parecer, su familia quería que el futuro diseñador tuviera un trabajo más terrenal, como abogado, pero no puedes frenar la creatividad y Givenchy acabó trabajando para algunos de los modistos más importantes de la Francia de los años 40 y 50.
Pero como su genio era excesivo para trabajar de subordinado de otros, acabaría fundando su propia firma de moda gracias al apoyo de su amigo, el célebre modisto vasco Cristóbal Balenciaga.
Con tan sólo 25 años ya era dueño de su propia tienda en uno de los barrios más chic de París, pero para Givenchy eso no era suficiente. Su negocio estaba situado en uno de los puntos neurálgicos de la moda mundial, pero el modisto necesitaba otra plataforma para lucir sus creaciones a gran escala.
La oportunidad le llegó cuando una bella jovencita entró en su tienda fascinada por lo que había visto en el escaparate.
El nombre de la joven era
Audrey Hepburn, que acababa de conseguir el papel protagonista en una película,
Desayuno con diamantes, que la acabaría llevando al estrellato. La bella Audrey buscaba desesperadamente un vestido con el que fascinar a las audiencias desde la primera escena. De aquella cinta nos quedamos con muchas cosas: lo maravillosa que era la Hepburn, lo crudo y actual de su historia de amor, su música... pero lo que se nos quedó a todos grabado a fuego en la memoria fue su inolvidable secuencia inicial, con Audrey desayunando frente al escaparate de la
joyería Tiffany's, imposiblemente bella mientras lucía el vestido que el modisto le había prometido para esta cinta.
La imagen de la actriz con su Givenchy se convirtió en un icono de la noche a la mañana, y aún hoy es una de las imágenes más usadas cuando queremos expresar belleza, estilo o femineidad.
La Hepburn, que no era precisamente tonta, le eligió en exclusiva para diseñar los vestidos que aparecerían en sus siguientes cintas, y así pudimos también quedar fascinados por su belleza en cintas como Sabrina, en la que la actriz luce otro diseño del francés no menos icónico que el anterior.
El estilo de la Hepburn llamó la atención de otras importantes damas, que requirieron los servicios de Givenchy para poblar sus armarios. Y así, pudimos ver sus diseños en mujeres tan icónicas como Grace Kelly, la emperatriz Farah Pahlavi o la mismísima Jackie Kennedy, que se convirtió en la Primera Dama de los Estados Unidos cuyo modisto oficial no era norteamericano. Una elección que hace que nos sigamos acordando de su estilo décadas después de su fallecimiento.
La elegancia que imperaba en sus diseños buscaba ser atemporal. Y vaya si lo consiguió. Cualquiera de sus creaciones nos deslumbraría tanto si la viéramos en un desfile de los años 50 como hoy día. Un estilo propio que ha sido imitado y referenciado por muchos otros artistas que llegaron más tarde y a los que Givenchy inspiró. John Galliano, Alexander Mcqueen, Roberto Tisc... todos alaban la influencia del francés en sus trabajos.
Y como la Hepburn o Jackie kennedy antes que él, la pasión de su trabajo resonará en el mundo muchas décadas después de su desaparición, pues Hubert James Marcel Taffin de Givenchy era mucho más que un modisto. Era un icono que ayudó a darle forma al siglo XX. Una forma elegante y maravillosa.
Redacción COSMO
Noticias escritas por el equipo de redacción de COSMO.