Internet ha supuesto una verdadera revolución en nuestro mundo. La inmediatez y facilidad con la que podemos acceder desde la comodidad de nuestras casas a cualquier contenido que se nos ocurra es algo que envidiarían las generaciones anteriores.
Como adultos, y tras dos décadas de normalización de la red de redes en nuestros hogares, ya hemos aprendido de los peligros que rondan por el entorno digital, pero esto es algo a lo que ha requerido de un tiempo de aprendizaje. Los más pequeños de la casa, nuestros hijos, han de enfrentarse a un entorno ya definido de cuyos peligros saben bien poco.
Como en los demás aspectos de la vida es nuestro deber alertarles y enseñarles el camino correcto, o al menos un camino en el que no se vean expuestos al lado oscuro de internet y de los peligros que encontrarán allí.
Existe un tipo de señales que deberemos comprobar para saber si nuestros hijos están enganchados a la red.
Estas señales podrían aparecer en un momento muy concreto de su vida: cuando reciben su primer smartphone o cuando adquieren un ordenador para su habitación, es decir, cuando dejamos de controlar cuándo y cuánto están conectados.
El primer síntoma de la adicción vendría dado por los cambios de comportamiento y hábitos. Cambiar los horarios para dormir, saltarse comidas o cenas, dejar de salir al exterior. Más tarde aparecerán otros como la frustración al no poder conectarse o la falta de concentración en los estudios, con el consiguiente bajón en sus notas y calificaciones. Aislarse de sus amigos y familia suele ser un síntoma de alerta importante.
Por su menors experiencia, tanto en la vida como en las redes, los niños son más propensos a verse envueltos en los muchos peligros de internet. A saber:
Cyberbulling: acosos, insultos, amenazas... internet tiene la capacidad de sacar lo peor de nosotros pero, como adultos, sabemos capear estos temporales apagando nuestros smartphones. Nuestros hijos podrían exponerse a un trauma si sufren según qué comportamientos. O peor aún, como esponjas que son podrían absorber esos deleznables comportamientos convirtiéndose ellos mismos en acosadores.
Depredadores sexuales: la práctica del grooming, o adultos engañando a menores para abusar de ellos sexualmente, está lamentablemente muy extendida. Los datos nos dejan una triste cifra: un 11% de nuestros menores ha sufrido de esta práctica mientras navegaban.
Extorsiones: el acosador sexual puede también demandar fotografías o vídeos de contenido sexual. Y una vez en su poder, puede chantajear al menor amenazando con sacarlas a la luz si este no cumple sus demandas. La indefensión y el terror que pueden sufrir nuestros hijos por esta terrible práctica es inimaginable.
Desembolsos económicos: No hace falta ser un delicuente para sacarle dinero a un menor en las redes. Algunas aplicaciones y juegos muy populares recurren a los llamados micropagos: transferencias de dinero real al desarrolador de la aplicación para que el usuario consiga ventajas en el juego. Si damos acceso a nuestro smartphone a nuestros hijos debemos estar seguros que el aparato no guarda nuestros datos bancarios en el, pues de esa manera y con un simple click, nos estamos arriesgando a que nuestros menores transfieran dinero a empresas de dudosa moral.
Los expertos recomiendan unas pautas para evitar que nuestros hijos caigan en la adicción o el mal uso de las redes.
Lo primero es dar ejemplo. De nada sirve alertar de los peligros de las redes a los menores si lo hacemos sosteniendo constantemente un móvil en la mano.
Lo que nos lleva al segundo consejo: limitar las horas en las que tiene acceso. Horas en los que le podemos tener medianamente controlado, en sesiones no muy largas y evitando que se conecten después de cenar, pues su cerebro necesita tranquilidad antes del sueño y ciertos juegos o contenidos online lo tendrán revolucionado cuando deberían estar preparándose para dormir.
Otro consejo que no debemos olvidar es el de la definición de conceptos. Explicarle abiertamente qué clase de peligros puede encontrar, básicamente los que hemos explicado más arriba, para que sepa con qué está tratando. Hablar de estos temas abiertamente evitará que vea estas webs peligrosas como un misterio prohibido que estará tentado a explorar si no lo definimos bien.
Por último, un control más férreo. Conversar con ellos acerca del contenido que visitan, comprobando su historial de navegación solo en los casos en los que creemos que hay algo malo sucediendo. Y, si vemos que reinciden, usar el control parental que la mayoría de dispositivos lleva asociado para bloquear el acceso a ciertas páginas, no solo las de contenido pornográfico.
Tras 20 años de internet en nuestros hogares aún nos cuesta encontrar un camino correcto para educar a nuestros hijos en sus vidas digitales, pero por ello precisamente tenemos la obligación de definir estas pautas cuanto antes.
Básicamente, evitaremos que otras personas se metan en líos, algo que controlan muy bien los protagonistas de
Call my Agent, representantes de artistas que viven apagando los fuegos que sus clientes comienzan. Puedes ver la serie desde su primer capítulo este miércoles 30 a las 22:00 en Cosmo.
Redacción COSMO
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