Cuando una pareja comienza su aventura romántica se crea un vínculo único e intransferible. Un equipo. Dos contra el mundo. Un vínculo sostenido por pilares como el amor, el respeto o la comunicación.
Si alguno de estos pilares falla
la pareja puede estar en peligro.
Y el primero que siempre tiende a tambalearse es el de la comunicación. Vista desde el exterior, la comunicación entre dos personas que se aman puede parecer sencilla de mantener, pero todo aquel o aquella que haya estado en relaciones duraderas sabe que no es tan fácil.
Existen varias barreras mentales, llamadas mitos de la comunicación, que nos impiden disfrutar de una relación sana y podrían plantar unas peligrosas semillas que, al crecer, destruirían la convivencia entre ambos.
Por muy buena que fuera nuestra intención inicial para mantener una vía de diálogo y comprensión siempre abierta, siempre nacen nuevos factores que tenderán a causar problemas, pues cuando empezamos una relación seguimos evolucionando como personas individuales y como parte de una pareja de maneras en las que no habíamos previsto en un primer momento.
Veamos cuáles son estas barreras o mitos de la comunicación.
La barrera de la adivinación. Los "tú ya deberías saber eso" o los "no creía necesario tener que decirte eso" hace estragos en el seno de una pareja. Sí, entendemos que en ocasiones sentimos que nos repetimos cuando le dejamos claro a nuestra pareja un punto, pero no por ello hemos de cerrarnos en banda a la hora de abrirnos ante la otra persona, por muchas veces que hayamos incidido en el mismo asunto. Pero no es menos cierto que en ocasiones nuestro orgullo o nuestras experiencias románticas pasadas juegan sobre nosotros la carta del ego y damos por sentado que nuestra pareja nos conoce, o nos debería conocer, mejor de lo que lo hace. Puede que sí, que ya hayamos insistido varias veces en el mismo tema, pero si damos por sentado que nuestro otro va a tener siempre en mente todo lo que le hemos dejado claro en el pasado, estamos ayudando a debilitar la comunicación por nuestra parte. Encontrar el equilibrio no es tarea fácil.
La barrera del desconocimiento. Nunca estaremos más en sintonía con nuestra pareja que en los primeros días de relación. Puede que haya diferencias entre nosotros, pero en esta etapa de enamoramiento nuestras ganas por estar el otro borran del mapa cualquier discrepancia. Mientras que la anterior barrera hablaba de dar por sentado lo que sabe el otro, esta nos habla de lo que nosotros damos por sentado sobre nuestra pareja. La brecha entre lo que nosotros creemos que piensa y lo que realmente piensa se va agrandando con el paso del tiempo dentro de una relación y es nuestra negativa a preguntar y entender mejor a nuestra pareja lo que abre esa distancia.
La barrera de la incapacidad. Aunque todos tenemos nuestras ideas bien formadas en nuestra mente, a la hora de plasmarlas en palabras podemos cometer imprecisiones y errores que conviertan el significado de nuestro mensaje en otro muy distinto. A veces por miedo a abrirnos, a veces por la falta de costumbre, trasladamos el mensaje erróneo a nuestra media naranja, lo que deriva inevitablemente en más equívocos.
La barrera de la mochila. No hablamos de la mochila emocional que cargamos de relaciones anteriores, sino a la que se crea desde cero al empezar una relación. Con el paso del tiempo, se nos hará más difícil
discutir un tema concreto sin sacar a relucir el resto de problemas que tenemos con la otra persona. De este modo, ni se resuelve el asunto que ha dado pie a la discusión actual ni mucho menos los otros pasados que salen a la luz. Es imprescindible discutir los problemas conforme vayan apareciendo y no acumularlos para una megadiscusión futura.
La barrera del tono. Y con tono nos referimos a las condiciones específicas en las que englobas tu discusión. Desde el volumen de la voz, hasta el momento para hacerlo, el lugar o el estado emocional en el que nos encontramos. Decimos que es imprescindible discutir los problemas según vengan, pero no de cualquier modo y nunca con la cabeza tan caliente que nos dejemos llevar por la pasión hasta límites irrespetuosos para el otro. Si al plantear un problema usamos mecanismos que no sirven para encontrarle una solución no estaremos solucionando una diferencia, estaremos creando más.
Cada pareja es un mundo, pero todas se enfrentarán en algún punto a una o varias de estas barreras. La comunicación, la sinceridad y el respeto son las herramientas para derribarlas.
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Ingrid Pistono
Ingrid Pistono, licenciada en Psicología con Máster en Psicoterapia del Bienestar Emocional.