1. Le acabas de conocer, tenéis una química brutal y de pronto te suelta la bomba. Es mayor que tú, pero mucho mayor, puede que tan mayor que hasta podría ser tu padre.
2. Pero tú, que eres muy moderna y te jactas de no tener prejuicios, vas y superas el tema de la edad porque al fin y al cabo el chico
aka señor te gusta. Hacía tiempo que no disfrutabas tanto hablando con alguien, sientes que te comprende mejor que otros chicos con los que has salido antes, cosa que es totalmente normal querida, ya que la experiencia es un grado.
3. Y de pronto un día sin más, te comienza a soltar frases que aluden a su edad y sabiduría vs.
tu juventud. La primera, va, te hace gracia, pero la número 2.387, pues como que ya no. Y empiezas a hartarte de que te diga continuamente e incluso sin venir a cuento frases de abuelo cebolleta: "
tú es que eres demasiado joven" o "
ya lo entenderás cuando tengas mi edad".
4. La cosa avanza, de algún modo formalizáis la relación y te convences plenamente de que por fin tienes una relación adulta. Qué suerte la tuya, pobres de tus amigas que salen con niñatos y no tienen a un hombre hecho y derecho como tú.
5. Caballero, educado, lo paga todo. Vamos, que tu chico es, como diría tu abuela, un hombre de los que ya no quedan. Si es que lo tiene todo.
6. Va pasando el tiempo y empiezas a descubrir que dentro de ese "todo", van incluidas manías de señor mayor, desprecio hacia las cosas que a ti te gustan -cosas propias de tu edad, o no- y cantidades industriales de TO.LO.SA (Todo Lo Sabe).
7. Y comienzas a tener dudas, dudas que van
in crescendo. ¿Una relación adulta es pasar los sábados enteros en pijama viendo películas de Fellini y degustando todas las variedades habidas y por haber de quesos y vinos? Dilema existencial.
8. Tu caballero que parecía sacado de una película -en blanco y negro, por supuesto- ya no te parece tan único, especial y maravilloso. Empiezas a aburrirte, necesitas acción, y se lo sugieres sutilmente proponiéndole un sinfín de planes emocionantes y excitantes, pero te das de bruces una y otra vez con su tajante negativa.
9. Bueno, tú lo has intentado. ¿Que él te dice que no? Pues vale. Comienzas a hacer tus planes, vuelves a salir con tus amigos y a hacer esas cosas que a ti te gustan como irte de risas y cañas tontas toda una tarde. Cosas que él ve como propias de tu juventud, y puede que tenga o no razón, pero son cosas que a ti te gustan y por las cuales no tienes que renunciar.
10. Te das cuenta. Al principio no lo quieres ver, pero tú en el fondo lo sabes. No tenéis futuro, tenéis diferentes modos de vida y maneras de afrontar el futuro. Compartís menos cosas de las que pensabas en un primer momento, así que un día sin darte cuenta, lo vuestro se ha acabado.
11. Lo habéis dejado, eso sí, con mucha civilización, no nos olvidemos de que era una relación muy adulta. Cuando le preguntan qué tal, él afirma estar perfectamente, y por un segundo casi te lo crees.
12. Cada uno sigue su camino, pero sorprendentemente él lo pasa peor que tú. Tú tienes toda la vida por delante, y él, aunque sea un hombre, tiene un reloj que hace tic tac en su cabeza: "¿y si no vuelvo a encontrar a una como ella?"
13. El aprendizaje final: La vida es demasiado corta como para no disfrutarla cada momento. Que nada ni nadie te impida hacer las cosas que a ti te gustan. Tengas la edad que tengas. Tenga la edad que tenga. Carpe Diem.
Redacción COSMO
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